Ingredientes
500 gr de harina de fuerza
2 huevos
140 gr de azúcar de abedul o azúcar
50 gr de levadura fresca de panadero
60 ml de leche sin lactosa
80 ml de aceite de oliva 0´4º
Ralladura de un limón
1 huevo para pincelar
Azúcar para espolvorear
Procedimiento:
Templar un poco la leche y desleír en ella la levadura. En
un bol batir los dos huevos con el azúcar de abedul o azúcar, añadirle el
aceite, la leche con la levadura y la ralladura del limón. Comenzar a
incorporar la harina poco apoco, una vez toda integrada pasamos la masa a la
amasadora y amasamos unos 10 minutos, sacamos el bol de la amasadora y tapamos
con papel film y un paño, lo dejamos en reposo toda la noche a temperatura
ambiente. Al día siguiente (habrá subido un montón) procedemos a desgasificar la
masa y volcarla en el mármol de la cocina que previamente habremos espolvoreado
un poco de harina, aplanamos las masa sin trabajarla mucho, formamos un rulo y
partimos en cuatro, cada parte hacemos pliegues hacia dentro y formamos una
bola, boleamos y los vamos poniendo en una bandeja de horno que previamente habremos
puesto en el fondo obleas, si no se tienen obleas papel de horno va bien
también. Una vez los cuatro panous formados los tapamos y los dejamos que hagan
el último levado, que dupliquen de nuevo su volumen. Una vez hayan duplicado su
volumen hacemos unos cortes y pincelamos con huevo batido y espolvoreamos
azúcar (se observa en la fotografía que hay dos con azúcar por encima y otra
brillante sin azúcar) en dos de ellas y en las otras dos no, el motivo mi
marido no puede tomar azúcar así que dentro pongo abedul que a mí no me importa
lo encuentro bueno y fuera las suyas sin, las mías con. Las metemos en el horno
que previamente habremos calentado al menos un cuarto de hora a 165ª en el
segundo nivel del mismo alrededor de 35 minutos, esto depende siempre de cada
horno, yo cuando hace media hora que están dentro ya comienzo a vigilar pues
queremos que se nos doren pero que no se nos quemen. Una vez cocidas las
sacamos y ponemos a enfriar en una rejilla.
He dicho en varias ocasiones lo de que me gusta a mi mandar del horno y no que mande el de mi por eso la inmensa mayoría de dulces no pasan de 170º. Recuerdo en el pueblo de mi padre que de pequeña le ayudaba a mi abuela a llevar todo al horno del pueblo ya que por aquel entonces no habían hornos en las casas y todos los dulces se ponían en el horno cuando ya habían cocido panes, arroces y demás que el horno ya estaba más flojo.